Escondido

Me escondo de las sombras 
y del brillo de la gente.
Me escondo de la historia,
y la mía fue decente.
Me escondo de la palabra, 
la conversación insistente.
Me escondo del fracaso 
donde llevo a mi mente.
Me escondo por vergüenza.
Me escondo de mi.
Acostumbro a no ver
a nadie al salir.
Y así, sólo,
soy sencillamente infeliz.

P.D.
Me escondo,
que rima con hondo.
Me gustaría "escuende",
que rimaría con duende.
Pero estaría mal dicho,
y el duende se convertiría
en bicho.
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Sueños

Los sueños, últimamente, vienen alterados por la incertidumbre.
Descolocado en el tablero de este juego, muevo las piezas torpemente, protegiendo a la que ya perdí y descuidando la que ahora descubrí.
Mi futuro vuelve incierto. Se que solo está dentro de mi, en mi cabeza. Pero temo tanto volver atrás, a la soledad, que no duermo, ni camino decidido.
Vuelven a visitarme mis monstruos.
Hoy soñé que todo lo guardaba en un pasillo emparedado, sin luz ni ventanas. Me movía de memoria, como un ciego en su casa. Me quedaba quieto, inmóvil, conteniendo la respiración cuando escuchaba, al otro lado de la pared, pasos decididos o conversaciones animadas.
El temor a perder lo poco que me quedaba, me hacía permanecer voluntariamente en este encierro, rodeado de mis libros, mis cacharros y mis recuerdos.
Aún así, sabía perfectamente que debía romper ese tabique, y salir a buscar mi vida. Una nueva, distinta de todo lo anterior. Pero el miedo y la incertidumbre atenazaban mi sueño.
… Y desperté.
Son las dos y trece de la madrugada.
Ojos abiertos en la oscuridad.
Agotado.
Confundido.

ODIO ODIAR

Odio el trabajo que hice. 
Odio la misión que acepte.
Odio la distancia. 
Odio mi ceguera. 

Odio al cobarde matón, 
Maricon de mierda. 
Que abusa de un niño, 
y no se atreve con la verdad. 

Odio ser pamplinas.
Discutir de la grandeza, 
de objetivos enormes.
Y no ver de cerca. 

Odio el horror
que me infringieron a sabiendas
Odio mi dolor, mi camino,
mi certezas falsas. 

Odio dudar, odio caminar. 
Odio mi vida. 
Odio mi tristeza, estar cerca. 
Odio odiar.

Adiós noviembre

Sometido desde hace años a una cura de humildad que me está matando. 
He prescindido de todo, incluso casi de lo imprescindible, y no ha sido suficiente.

Cada cual es de cómo y con quien vive. Y esta forma de vida de supervivencia no es la mía. Al menos no la que me enseñaron y luché por conseguir. Puede que la halla perdido, pero si no recupero, no habrá vida para mi con dignidad. 

Solo la soledad me salva, huyendo despavorido de la vida social, incapaz de vivir solo. Imposible más incongruencias. 
Mudo, muero de ganas de gritar al borde del abismo, para escuchar el eco de vuelta reconocible, que …

El reloj de sol se me secó.  
Mi kentia abrió brotes nuevos. 
Y perdí la hortensia. 
Mi sombra no me acompaña de noche donde camino. 
La hora ya no me dura tantos minutos, o más. 
En casa no caben más libros. 
Las pelis nunca las termino. 
Llevo escrito “malo” en los labios. 
Calma ¿donde estás? 
La lata del café, otra vez vacía. 
Vacío el cargador del miedo. 
Y siento que te fallé.  
Cantemos otra vez esa canción… 
Otra vez  

Un buen trato

Hace tiempo que me apunte a la resistencia. Decidí que aguantaría todo y que nadie notaría mi ansiedad, mis miedos y mi pena. 
En la medida en que me voy haciendo menos necesario, me va ganando terreno a pasos agigantado el deseo de terminar de un golpe con todo. 
Y del mismo modo que decido esto, repaso mentalmente lo que me queda por hacer, sin saber bien que lo que tengo alistado va a ser imposible terminarlo. 
Pero cada vez más cerca, cada vez más vencido, cada vez más decidido a ir al encuentro. 
Nunca emprendo un compromiso de más de un día, del que me libere de inmediato y me dejé manos libres para intentarlo. 
Ya no inicio nuevas amistades ni frecuento eventos que me relacionen con otros. 
Solo estoy empeñado en colocar todo del modo que sea fácil y sin enredos. 
Que no deje colgando demasiados hilos sueltos. 
 Y que el olvido sea inmediato. 
Ese sería para mi un buen trato. 

Un descuido

Estoy visitando el olvido, por si me gustara para quedarme.

En él encontré los miedos a perder lo poco que gané, la memoria. Allí no vale la historia, ni tus brillantes victorias, tampoco tus derrotas. Pierde valor tu dinero y tu fortuna, los esfuerzos sostenidos durante tanto tiempo, y los amigos, los enemigos y las afrentas o los favores.

Tus amores se desvanecen como la niebla con el sol, y tus conquistas no merecen ni una mención. 

Los colores son lo único que se mantiene, pero no recuerdo el significado de cada tonalidad. Ahora son una caja de lápices para aprender a dibujar. 

Los días y las noches se suceden. Da igual. Te duermes cansado y despiertas en mitad de la nada. No sabes si estás a principio o a finales ¿de que?

Solo estoy visitándolo, de vez en cuando. Curioso de su encanto y de su sonrisa inocente y feliz. Aunque, de pronto, lo recuerdo todo y vuelvo por donde vine, a ser nuevamente infeliz, … y cuerdo. 

Recuerdo que me viene de memoria todo lo que viví. O quizás todo lo invente y lo escriba, como si este papel fuera un pañal donde se recoge la memoria perdida. 

Aquí lo dejo, antes de que reviente lo que me queda de cabeza. 

El olvido es un descuido.

FIN 

P.D. No puedo, y quisiera, entender a quien perdió para siempre el contacto, y no puede volver sobre sus pasos a reconocer lo que fue su vida. Y sufre.

The Final Feat


¿Porque la música de Pink Floyd es perfecta para el final feat?

Tiene el nivel épico y sincrónico necesario para un final así 

Esto va por épocas. Me engancho a un todo música PF o huyo de ella como de la muerte.

Hablo de la muerte final, de la definitiva, no de esas pequeñas muertes sucesivas a las que te vas sometiendo, a veces cada día. 

Mal auspicio amigo Hilario.

Soledad, inutilidad, agotado el tiempo de aportar, me he denegado cualquier ayuda. Estoy listo, despropósito.


Desaparecer

Desaparecer, esfumarse en el aire a tu espalda, sin ser escandaloso, ni despedirse. Sin dar tiempo a hacerte sufrir por adelantado la marchita decadencia del final. 
Sin epitafios, ni homenajes, ni discusiones, ni aferrados al presente, ni abrazos. 
Tan solo los abrazos los añoro. ¡Ah! Los abrazos.
Los fui dando de a poco a poco, sin alarmar. Pero me supieron a casi nada, y repetiría esa ronda, la última por favor, como el borracho solicita que le llenen la copa una vez más. 

No comprendo lo que me ocurre dentro de la cabeza ahora. Este enfrentamiento absurdo entre los instintos y las razones.
Y siempre pierdo, cualquiera que sea el desenlace. Siempre aferrado a lo contrario. 
Pero el tiempo no descansa. Ya no queda nada. 
Y es el momento. 

De valor

Buenos días desde los tejados de la vida, donde despiertan los gatos valientes a mucha altura de la realidad, desde donde se observa lentamente y a salvo, lo que ocurre de verdad. 
De donde ya no puedes bajar, si no es con la duda. 

Porque allí abajo todo es lucha, carreras, logros, escapadas, fracasos, atrapados, competencia, victorias y derrotas, apariencia, elegancia, cansancio, impotencia, alegrías y fiesta, tristezas y llantos. Y el tiempo presente trepidante, y lo demás es pasado. 

Y aquí, arriba, nada de eso importa, todo es sencillo y no ocupa espacio. 
Amor, Respeto, Amistad, Dignidad, Generosidad, Humildad, Tolerancia, Justicia y Paz 

De aquí ya no me bajo.

Perdone que le escriba.

Genoma

Mi vida, cada vez más, se mide en días.
Me di cuenta en una de esas paradas súbitas, que hago de vez en cuando para darme cuenta de las cosas sencillas. 
Las horas no cuentan mucho para mi últimamente, aunque si aprecio las mañanas distintas de las tardes. Y las noches, a veces, separan los días pasados del nuevo que se acerca. 

Normalmente perdí el interés definitivamente en distinguir los días de la semana en los que estoy transitando, porque casi siempre vienen sucediendo las mismas cosas. 
Sin embargo los días sucesivos sí que van anunciando cambios, pequeños, casi imperceptibles, y que afectan a las horas de luz y su intensidad, a la lluvia y la humedad, a los sonidos y su volumen, porque cuanto más largos son los días y más cortas las noches, más ruidosos. 

Nos es que sea relevante, pero me gusta la lectura. Hace unos días leí que se ha publicado el mapa más extenso y preciso del genoma humano. Al parecer son 3.055 millones de nucleótidos, las letras químicas con las que está escrito el libro de instrucciones de una persona

Deben ser los caracteres, que en una secuencia concreta componen “un libro de instrucciones de cada persona” Leí que “el manual de funcionamiento de las células, plegado en su interior, es básicamente una gigantesca molécula de ADN de unos dos metros de longitud” 

Se supone que ocuparía eso, si pudiéramos desplegarla, entiendo. Porque bien plegadita como viene de origen no ocupa casi nada. Yo, después de tantos años, no se donde la llevo. 
La han plegado con ganas e interés, como si fuera el prospecto de uno de esos medicamentos que tomo a diario, que cuando lo despliego para leer y asustarme, nunca soy capaz de volver a ponerlo como venía. 

Lo siguiente también curioso es que está escrito con combinaciones de sólo cuatro letras: A – T – G – C (ATTGCTGAA…) así hasta 3.055 millones de caracteres, sin puntos ni comas, de respirar creo. Para habernos ahogado. 



De pequeño me corregían la ortografía con un lápiz rojo sobre el papel. Uff como temía ese garabato rojo.

Cada persona tenemos nuestra secuencia de esas cuatro letras, pero en un orden único. 
En fin que parece sencillo, pero aún sin comprenderlo, y no siendo fácil ni amena la lectura, me parece apasionante. ¡No hay quien lo entienda! 
De una persona a la siguiente cambian el orden y la disposición, haciendo imposible la repetición clónica o aleatoria de esta secuencia. ¡Somos únicos!

Pero eso ya lo sospechaba. Somos un montón de hermanos, y no hay dos iguales.

Ahora seguiremos estudiando estos mapas genómanos, y da escalofríos lo que podamos llegar a conseguir metiendo mano en esto, cuando durante siglos, o siempre quizás, nadie lo hizo. 
¿Quien será el que señale con un garabato en rojo lo que esté desordenado? 

Y los días, ahora más largos y ruidosos, pasan volando. Y las noches, a veces, también ruidosas, los separan. 
La vida puede que sea la lectura constante de esos 3.055 millones aproximadamente de los cuatro caracteres secuenciados.
Y pudiera ser que unos manuales se lean mejor que otros, o más rápidos. Y así la vida de unos es más corta que la de otros. 

Por si acaso lo mío ha avanzado mucho, seguiré leyendo mientras pueda. 

Perdone que le escriba