Los sueños, últimamente, vienen alterados por la incertidumbre.
Descolocado en el tablero de este juego, muevo las piezas torpemente, protegiendo a la que ya perdí y descuidando la que ahora descubrí.
Mi futuro vuelve incierto. Se que solo está dentro de mi, en mi cabeza. Pero temo tanto volver atrás, a la soledad, que no duermo, ni camino decidido.
Vuelven a visitarme mis monstruos.
Hoy soñé que todo lo guardaba en un pasillo emparedado, sin luz ni ventanas. Me movía de memoria, como un ciego en su casa. Me quedaba quieto, inmóvil, conteniendo la respiración cuando escuchaba, al otro lado de la pared, pasos decididos o conversaciones animadas.
El temor a perder lo poco que me quedaba, me hacía permanecer voluntariamente en este encierro, rodeado de mis libros, mis cacharros y mis recuerdos.
Aún así, sabía perfectamente que debía romper ese tabique, y salir a buscar mi vida. Una nueva, distinta de todo lo anterior. Pero el miedo y la incertidumbre atenazaban mi sueño.
… Y desperté.
Son las dos y trece de la madrugada.
Ojos abiertos en la oscuridad.
Agotado.
Confundido.
