Genoma

Mi vida, cada vez más, se mide en días.
Me di cuenta en una de esas paradas súbitas, que hago de vez en cuando para darme cuenta de las cosas sencillas. 
Las horas no cuentan mucho para mi últimamente, aunque si aprecio las mañanas distintas de las tardes. Y las noches, a veces, separan los días pasados del nuevo que se acerca. 

Normalmente perdí el interés definitivamente en distinguir los días de la semana en los que estoy transitando, porque casi siempre vienen sucediendo las mismas cosas. 
Sin embargo los días sucesivos sí que van anunciando cambios, pequeños, casi imperceptibles, y que afectan a las horas de luz y su intensidad, a la lluvia y la humedad, a los sonidos y su volumen, porque cuanto más largos son los días y más cortas las noches, más ruidosos. 

Nos es que sea relevante, pero me gusta la lectura. Hace unos días leí que se ha publicado el mapa más extenso y preciso del genoma humano. Al parecer son 3.055 millones de nucleótidos, las letras químicas con las que está escrito el libro de instrucciones de una persona

Deben ser los caracteres, que en una secuencia concreta componen “un libro de instrucciones de cada persona” Leí que “el manual de funcionamiento de las células, plegado en su interior, es básicamente una gigantesca molécula de ADN de unos dos metros de longitud” 

Se supone que ocuparía eso, si pudiéramos desplegarla, entiendo. Porque bien plegadita como viene de origen no ocupa casi nada. Yo, después de tantos años, no se donde la llevo. 
La han plegado con ganas e interés, como si fuera el prospecto de uno de esos medicamentos que tomo a diario, que cuando lo despliego para leer y asustarme, nunca soy capaz de volver a ponerlo como venía. 

Lo siguiente también curioso es que está escrito con combinaciones de sólo cuatro letras: A – T – G – C (ATTGCTGAA…) así hasta 3.055 millones de caracteres, sin puntos ni comas, de respirar creo. Para habernos ahogado. 



De pequeño me corregían la ortografía con un lápiz rojo sobre el papel. Uff como temía ese garabato rojo.

Cada persona tenemos nuestra secuencia de esas cuatro letras, pero en un orden único. 
En fin que parece sencillo, pero aún sin comprenderlo, y no siendo fácil ni amena la lectura, me parece apasionante. ¡No hay quien lo entienda! 
De una persona a la siguiente cambian el orden y la disposición, haciendo imposible la repetición clónica o aleatoria de esta secuencia. ¡Somos únicos!

Pero eso ya lo sospechaba. Somos un montón de hermanos, y no hay dos iguales.

Ahora seguiremos estudiando estos mapas genómanos, y da escalofríos lo que podamos llegar a conseguir metiendo mano en esto, cuando durante siglos, o siempre quizás, nadie lo hizo. 
¿Quien será el que señale con un garabato en rojo lo que esté desordenado? 

Y los días, ahora más largos y ruidosos, pasan volando. Y las noches, a veces, también ruidosas, los separan. 
La vida puede que sea la lectura constante de esos 3.055 millones aproximadamente de los cuatro caracteres secuenciados.
Y pudiera ser que unos manuales se lean mejor que otros, o más rápidos. Y así la vida de unos es más corta que la de otros. 

Por si acaso lo mío ha avanzado mucho, seguiré leyendo mientras pueda. 

Perdone que le escriba

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