
Desde hace un tiempo inicie un proceso de autodestrucción masiva, consciente de las consecuencias.
Pero mi tiempo, mi vida, tal y como la conocía terminó definitivamente, a pesar de intentar todo por sobrevivir. Y dejé caer los brazos.
Sin más propósito que intentar derribar mis defensas más aguerridas, perdida la ilusión y sin objetivos, para nada quisiera estar presenciando el lento deterioro de mi pequeño mundo y de mi vitalidad.
Cercenado el alcance, asumiendo las nuevas limitaciones crecientes, deseo ser consciente de mi independencia y decidir cuando yo quiera que todo termine.
Empeñado en que nadie me necesite, se me está haciendo difícil marcar distancia, quizás el exilio del corazón sea la mejor opción.
Este es el vestíbulo de mi infierno más personal.