Cada momento es único.
Cada momento irrepetible.
Cada momento es UNO.
Nada vuelve a ser lo mismo. Aunque volvamos en algún momento a pisar la huella que dejamos en el pasado. Aunque regresemos.
Mira atentamente, respira intensamente, oye con atención cada detalle. Recuerda cada instante.
Porque nada volverá a ser como en este momento.
Es genial e increíble.
Y sin embargo, llevados por alguna clase de locura infinita, no reparamos en esto hasta que en algún momento nos damos cuenta de que lo perdimos. Y que solo podremos recordarlo.
Y enfrascados en estas tribulaciones, volvemos a dejar pasar nuevamente el momento presente, que aunque no lo creamos es igualmente UNO.
No olvidemos nunca el pasado. Son nuestras raíces, nuestros recuerdos y nuestra experiencia. Es decir somos nosotros.
Planeemos sin cesar el futuro más atrevido, más extraño, mas tranquilo, más deseado. El que queramos. Es nuestro motor.
Y, sin embargo, cada día voy a visitar mi horizonte, a ver amanecer, y lo fotografío.
Y cada amanecer es distinto. Cada amanecer es más cálido o más frío, más suave o más intenso, más anaranjado o más añil.
Cada día distinto.
Y así debe ser. No lo cambiemos.
Y vivamos, por favor, con extremada alegría, con intensidad el presente irrepetible. Por qué es UNO.
Así lo siento.
Siendo lo que somos, y con toda la ilusión en lo que será.