Recientemente, en el último año de rueda de prensa, se han puesto de modas términos y expresiones inusuales hasta esta época de pandemia.
El que hoy destacó es torcer la curva. Y se le añade de la ola, que como todo el mundo sabe, si ha huido alguna vez a la playa a ver el mar, es una cosa interminable. Viene una detrás de otra. Me refiero a la ola.
La expresión es gráfica, intentando poner el énfasis en la propaganda intencionada de que la situación ha empezado a mejorar.
Pero la ruedas de prensa a las que me refiero han sido tantas y tan insistentes como fallidos sus pronósticos, siempre a corto plazo.
Y eran sustituidos por otro pronóstico sucesivo, aveces contradictorio, pero interminablemente sucesivo como las olas del mar.
No se tuerce el pico de la ola a voluntad. Solo se tuerce por la dinámica natural. Y esta, a la vista de los resultados de las comunicaciones pandemias, parece imprevisible.
Interesa comunicar, en la propaganda, que las medidas adoptadas retuercen el pico de la ola, doblegando la transmisión vírica.
La tozuda realidad es bien distinta y cada ola es mayor que la anterior, y amenaza temporal.
Sí hay que atribuir mérito al mensajero, por cuanto su tono inalterable y cercano, paciente y susurrado, y a la constancia y masiva insistencia en comunicar, han adormecido, de alguna manera, el rechazo por el evidente descrédito y los errores acumulados durante más de un año de sobrexposición. Le sobra empatía y le falta credibilidad, al pobre Simón.
Quizás debería alguien relevarlo, por caridad, y cambiar el paso ofreciendo INFORMACIÓN escueta y científica, que debe ser lo exigible al Ministerio de Sanidad, sin paternalismo.
Luego, que en los diferentes medios y canales de informativos se opine al tiempo.
De eso ya cada cual se despache al gusto.
El caso es que nos indiquen para donde, torciendo, se encuentra la salida.
Perdone que les escriba.