Se puede vivir en una burbuja.
Entiendo que, acostumbrados a vivir sin fronteras, tener unos límites tan cercanos nos provoquen cierta ansiedad. Pero es que dentro de esos límites está la garantía de supervivencia.
No es una cueva. Es una burbuja que tiene las paredes transparentes y que nos permite movimiento suficiente y limpio. Y tener cierta perspectiva.
Pero la condición humana, inquieta y desafiante, nos empuja fuera de la zona segura, tentando a la suerte, aún sabiendo que la suerte siempre es escasa y esquiva.
Es un impulso irracional desmedido en busca de rescatar lo perdido sin reconocer que está fuera de nuestro alcance. Y hasta ahora está siendo suicida.
No se entiende bien esta impaciencia.
Puede que la incertidumbre haya ganado espacio a la prudencia. Y la verdad no la vemos en la información.
Lo más terrible es contemplar el tiempo perdido, la sensación de que se nos pasa la oportunidad. Sin embargo la VIDA enseña que, de oportunidades, es una cadena interminable.