De un árbol y una mariposa azul

Erase una vez un árbol. Era enorme, centenario, con una copa tremenda y frondosa en la mejor época del año.
Lucia un aspecto imponente, con grandes ramas, aunque en algunas de ellas se descubrían heridas antiguas propias de pasadas historias, quizás de juventud.
Y erase una vez una mariposa. Pequeña, hermosa, de alas grandes con un colorido exuberante azul. Adopta el árbol como hogar, en principio de paso, pero se quedó prendada de la tremenda estampa de su nuevo amigo, de su historia y su sabiduría.
Ocupaba tan solo un huequecito a mitad de la rama más alta de la izquierda. Desde ella podía ver con claridad una buena parte de la dehesa, en la primavera plagada de flores amarillas y blancas, y de rojas amapolas a ras de suelo.
Era precioso el horizonte visto desde allí.
Ella no paraba de un lado a otro. Tenía infinidad de compromisos donde siempre lo pasaba genial con otras mariposas y toda clase de bichos. Tenía siempre mucho ánimo y una sonrisa increíble, un cuerpo de atleta y unas alas, que al desplegarlas aparecía deslumbrante y explendida.
El árbol enorme empezó a echar de menos a su querida mariposa cuando está volaba lejos entre otros árboles para acudir junto a sus amigos y tardaba en volver.
El árbol enorme tenía mucha paciencia, debido a su edad y su tamaño.
La mariposa tenía mucha energía y vitalidad, siempre volando de aquí para allá.
Un día de otoño se quedaron uno junto al otro, mirándose a los ojos. … Y ocurrió. La sujetó con mucha dulzura entre sus ramas, la atrajo despacio hacia si, y se besaron con pasión.
Y sintieron como si se rompiera el mundo que los separaba, se deshizo el hechizo, y desde entonces eran iguales. Dos pájaros cruzando caminos en sitios peligrosos, volando a toda prisa, para volver atrás después.
Ella le dijo de pronto: espero no haberla cagado. Tiene gracia decirle eso a quien ha sido un árbol.
Pero cada día pasaban más tiempo juntos. Iban y venían sin destino predeterminado. Sólo pasando tiempo juntos. Rompiendo la distancia helada que les separaba.
Cada vez más cerca. Cada vez más cómodos. Cada vez con más miedo a separarse, por si no volvían a verse, por si la distancia se hacía insalvable. Si el hechizo les pusiera de nuevo en su estado anterior.
De vez en cuando se volvían a preguntar si la habian cagado.
La verdad es que, cada vez se lo preguntaba menos, y se necesitaban más.
Desde hace un tiempo empezaron a hacer planes. Planes locos, imposibles, inalcanzables. El repetía continuamente que siempre hacia planes. No podía salir sin los planes bien hechos. Pero también concluía, cada vez, que nunca se cumplían.
Prometieron no ir deprisa. Poner pausa a esta pasión de mirarse frente a frente a los ojos, mientras se les escapaba una sonrisa de la boca.
Pero no cumplieron tampoco ese plan.
Se decían «te estimo», pero el brillo de los ojos traicionaba su compromiso.
Tambien decidieron darse un tiempo para conocerse. Un año. Es mucho, pero es que él seguía pensando como un árbol centenario. Y ella sentía el miedo de una hermosa mariposa azul.
Y cada día que pasaba estaban más cerca de un sueño.
Entonces, sin querer, se acostumbraron a escuchar sus corazones y decír te quiero.
Pasaban temporadas separados, y se echaban de menos.
Se buscaban, queriendo estar más juntos.
Compartiendo sus historias y sus cosas de cada día. Volando acompasados en una danza común.

P.D. –
No se cómo terminar este cuento.
Sólo se me ocurre que fueron felices, sin parar de aprender el uno del otro. Ojalá sea por siempre, porque fue un «milagro» que se cruzarán y se quisieran un árbol enorme y una mariposa hermosa azul.


De la película Post Data: Te Quiero

“LA VIDA ES UNA COSA FANTASTICA, HORRIBLE, ENORME, INTENSA, DE LA QUE NINGUNO SALE VIVO. ”

Anne-Maarit
@himasatama

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s