——- (de mi pequeño universo en Badajoz – Extremadura)
Y de todo esto tengo memoria. Y testigos.
Otoños lluviosos benditos, corriendo para llegar a la sesión del Conquistadores y también en el Menacho, para salir con tiempo de regresar a casa sin regaños.
A veces refugiados en la cocina del bar Nuevo, o en los vermuts de los Canecos, desayunos en la Guardia Civil y después, a la tarde, a la Casa del Pueblo del PC ¿clandestino?.
También en los ensayos, en casa de Arni, o de Mundi, grabando una casette con Quique.
En los primeros ensayos en los bajos de Salesianos y luego en el local del Casino con los Tramp, y su primer concierto en aquel Come Together de José Luis, que no olvidaré.
Alucinando con los arpegios y punteos de Rafa, los discos que conseguía Nacho, siempre jugando, siempre creciendo.
En la improvisada disco del último piso, con DJ Chiqui, llevando entre todos los discos y echar una tarde entera.
Pasando el “scaner” de la mirada complaciente de Carmelo, de uniforme a la puerta en la calle del Obispo…
Y los guateques en el sótano de Javier Antonio. Su guitarra acústica era la mejor. Y su pequeña Puch súper transformada, y que luego vendió a Calata…
Y llover y llover, y correr hasta el conservatorio a esperar sentados en la escalera.
Que llueva, que llueva, y nos moje hasta las muelas, encerrados en el cuarto más pequeño, que era el de Claudio, aprovechando que estaba fuera estudiando derecho. Y allí amontonados en el rincón del tocadiscos, tan contentos.
Después vinieron otros otoños que también los tengo frescos. Pero sería largo de contar.
