De joven, hace mucho, a mitad de juventud más o menos, se me acercó una clienta, en Cáceres, me miró a los ojos, y deslizó con una sonrisa de súplica un ejemplar de solicitud de donante. Donante de ojos.
… y se fue de mi ventanilla.
Me dejó un poco perplejo.
Luego en casa leí detenidamente el formulario y decidí rellenarlo y enviarlo.
Así me hice donante. De ojos. También lo soy de sangre, por mi grupo 0-, donante universal.
Ahora que últimamente ya no me llama nadie, me gustaría ser donante de sonrisas, de calma, de miradas profundas, y de abrazos y caricias.
Y como decía antes, ya nadie me llama. Y esto se acaba.
Estoy viendo venir la soledad más cierta, ahora que caminar me agota, que se apaga la mirada, con la paciencia intacta, aún con la sonrisa puesta, herencia de la casa.
Engreído y generoso. la realidad manda.
Jo.
… y yo que los regalaba.