Ahora que tenemos tiempo
de meditar,
solo con pensar PADRE,
me siento
al resguardo de cualquier peligro,
respaldado en las decisiones,
cuestionado con exigencia, sin maldad,
ayudado sin medida,
inmensamente querido.
Siento la devoción más intensa,
la admiración más sincera,
el orgullo,
el respeto inquebrantable.
El perdón.
El reconocimiento al MAESTRO,
mi fidelidad incuestionable.
El AMOR eterno.