Siempre planificando todo, construyendo los trayectos, proveyendo las necesidades, fijando el rumbo, eligiendo el destino, que no me di ni cuenta de cómo se me pasó todo el tiempo.
Y ahora, mirando alrededor sin prisas, me dejo llevar por el vuelo de una mosca, por el azote suave de la brisa en la maceta de cintas, deambulando distraído por recuerdos o inventando historias, como cuando era niño y mi padre me despertaba de ese ensueño a ojos abiertos, avisándome “estás en Babia”.
Ahora, que ya no tengo tiempo, soy feliz imaginando que viajo en las gotas de lluvia a la deriva. Y el tiempo pasa despacio o deprisa, y solo importa cuando le escucho otra vez, en mi cabeza, “estás en Babia, despierta “.
Ahora se que es en Babia donde el destino me lleva soñando cuando todo se me olvida, y sin resistencia me dejo llevar a la deriva.

Abuelino en Camino
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