El invierno se cierra en torno al hogar. Este año tardó en venir.
Una suave niebla, gris y densa, le gana la batalla a la luz, invadiendo lentamente todo de oscuridad.
De tristeza también.
Es inútil seguir mirando, a lo lejos el horizonte se hace invisible. Una vez más va haciéndose a la idea de que ya no volverá.
El viento frío se siente con dolor en las mejillas.
Ya no sonríe. Hace tiempo qué aprendió a hundir bien profundo sus emociones.
La angustia le va atrapando en este callejón sin salida.
Mientras se atormenta buscando en su cabeza una salida, un pequeño destello de luz que le indique el fin de esta tortura, la mirada cae despacio hasta sus pies en señal inequívoca de derrota.
Luego, el peso se coloca todo encima del pecho y no le deja respirar. Siente palpitar a toda velocidad el corazón, que bombea con fuerza en las muñecas y la sien. También en la cabeza, con una punzada aguda que le atraviesa.
Los nervios disparatados, pelean con esta parálisis, quieren sacudirle para que se mueva. Pero ni lo intenta.
Los ojos, ahora abiertos de par en par, hacia el suelo, sin mirar, se secan, y dejan escapar una lagrima.
Otra vez le viene a visitar.
Es la ansiedad.
Lindo!
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Gracias.
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