La carta que nunca escribí, y que nunca has leído.
Es tan difícil cruzar una mirada con alguien descubriendo lo que para ti es tu mundo, que cuando la encuentras y la pierdes, nada te vale de consuelo.
Tantas veces fue imposible, que me doy por fin vencido.
No hay rencor alguno, sino pena. No hay culpable, sino yo mismo.
No fui capaz, dándolo todo, de crear un sueño perdido.
Hoy llevo el corazón parado, en busca de un nuevo sentido. No sé estar solo, pero a ti nunca te olvido.
Llevo tiempo exhausto, pedaleando un tándem con un asiento vacío. Llegó para mi el fin de etapa. Siento como lentamente el cuerpo me dice basta, como lentamente me derrumbo, me invade el dolor y el frío.
Me quedan, así, pocas cosas por hacer. A su término y conseguido no ser imprescindible, será el momento de salir a buscar mi destino. De “hacerme transparente” para no hacer ningún ruido. Y escapar a otro mundo, otra vida de gato y desaparecer diluido.
Todo ha terminado. Y los ojos en lágrimas no deciden lo que he vivido.
Sin contacto, sin heridas.
Sin ilusión, sin razones, sin esperanza, sin corazón. Sin futuro, sin sentido.
Sin rencor, sin culpable.
Solo, sin olvido.
Es la carta que nunca escribí, y que nunca has leído.
FIN
(A la mujer que he perdido)