Bachiller

Empezamos el bachiller en Los Salesianos. Un colegio nuevo, grande y vacío, que se fue llenando año a año.
El primero de ellos todo por hacer.
El patio enorme era una llano de tierra, que se llena de charcos. ¡Imagina el rato del recreo! Menos mal que alrededor había unos soportales enormes. En poco tiempo lo asfaltaron, pero seguía habiendo charcos. Solo que con esta mejora, si te caías, renovabas la piel de una sola vez.
Allí empezamos a jugar a la pelota, luego al balonmano y el basket.
Antes arreglamos el campo de fútbol a la trasera del edificio, empleando las horas de gimnasia y deporte a hacer batidas recogiendo piedras y restos de ladrillo y escombros de obra. Cada clase, en su hora de gin, doblaban la espalda para recoger piedras del campo de fútbol. En pocos meses, apenas un curso, el terreno era una alfombra. Se pusieron las porterías y que ruede el balón. Nadie nos dijo nunca, o yo no me enteré, porque estoy siempre en babia, lo del esfuerzo colectivo, el objetivo común conseguido y tal, pero siempre he sentido que, si el colegio llegó a tener un equipazo en primera juvenil nacional, y un jugador o dos, llegaron al Atletico de Madrid de primera división y tal y tal, fué por el esfuerzo colectivo de 150 y tantos niños recogiendo piedras un año. Vale, después hubo más cosas que también ayudaron, pero lo nuestro no nos lo quita nadie. También felices con esto. Hoy sería imposible una cosa igual.  Gracias generación de alumnos del 58, 59 y 60 Ahí lo dejo.

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