AmorOdióAmor

A        O        A         

mor   dió   mor

Lonchearía el odio, para convertirlo en carpaccio de amor. 

Dejaría congelar el odio, hasta dejarlo sin olor, 
sin dolor trocearlo en lonchas finísimas de amor. 

Odio fino, con rúcula y parmesano;
y darle otra vida, con sal y limón.

Con limón y sal, amor de dar. 

mor dió a mor

Enemigos eternos

A mí peor enemigo no le doy nada.

Pero a mí mejor enemigo le daría todo, y no lo quiere.
Cuestión de confianza no alcanzada.

En definitiva somos enemigos eternos, imprescindibles.

Con toda ternura, lo mataría de risa.
Y me dejaría ganar media vez, para asaltar su fortaleza inmediatamente.

En definitiva somos enemigos eternos, imprescindibles.

Con el sonido de mi guitarra acústica le vencería su resistencia numantina.
Un beso en la mejilla le señalaría de por vida.

En definitiva somos enemigos eternos, imprescindibles.

Compañeros necesarios, enemigos eternos,
imprescindibles.

Elegir Vida

El momento de la vida en que elegí ser curioso, en lugar de estar quieto. 

El momento de la vida en que elegí no parar, alardeando de fuerza.

El momento de la vida en que elegí eclosionar, en lugar de esperar a la sombra.

El momento de la vida en que elegí no ser rico para ser bueno.

El momento en que la vida decidió revolcarme, humillarme y ponerme de rodillas.

El momento de la vida en que elegí observar, para no interponerme a los que venían eclosionando.

El momento de la vida en que decidí esperar, para ayudar a los que estaban de rodillas.

Ahora, en este momento de la vida, tengo la certeza de haber sido feliz en cada uno de los otros momentos.

Y por eso, Feliz, elijo Vida.

	

Nada espera

La vida sigue, y no te espera. 
Las leyes del universo cumplen.
Y lo que no sujetas
se te cae de las manos.

La gravedad, la gravedad.
La persigues con la mirada
mientras se aleja.
La verdad, la verdad.
La realidad.

Te dejas caer, sin querer.
Sin energía, sin pestañear. 
Una lágrima.

Lloras como un niño
lo que no supiste defender, 
lo que no conseguiste retener.

Vencido.
Los brazos caídos.
Escuchas a lo lejos el ruido.

Algunos te gritan,
cada vez más lejos.
Cada vez menos vivo.

Con los ojos abiertos
de par en par,
la paz diluida.

Sin propósito,
el vacío te rodea,
y te marea.

La ausencia de oxígeno
ahoga,
Te separa.

Gritas
sin sonido, sin esperanza
Nada espera.

SOY FELIZ

Soy Feliz, y no me he dado cuenta.
Siempre tiene que venir la Navidad y ponerme el reloj del alma en modo visión de cerca. Y contarme las historias guardadas en la memoria, esa que tengo a medias perdida.
Soy FELIZ porque tuve una infancia feliz, rodeado de hermanos a 360, de todas las edades y congruencias, que de todo eramos y estábamos en esa época.
Navidades cristianas y republicanas, según crecíamos y entendíamos que la vida nos pertenecía, y la vivíamos con vehemencia. Rodeados de hermanos, primos, amigos y querencias de todas las confesiones y pensamientos, sin estridencias. Felices los cuatro, los seis, los ocho y los setenta.
De tardes de domingo encerrados en el cuarto de Claudio, sin Claudio, en seis metros y sesenta, al menos doce o más, para escuchar la música y aprender las letras para cantar.
De morcillas en la cocina del bar Nuevo, sentados a la mesa; de vermut casero y altramuces en Los Canecos; de cafés en el bar de la casa de la Guardia Civil, jugándonos el tipo (si ellos supieran…); en El Pichi, de Campeón y pepinillos para todos, y eramos muchos; de cervezas y mosto blanco en el Casino; de ensayos con Los Tramp de J Luis Tristancho, de Rafa, Nachete y Nacho Campillo, en la buhardilla de ese caserón de la calle del Obispo…
De las luces de calle Larios, de los jueves de cañas, de los paseos de tu mano, …
La Navidad de los míos, que nunca se fueron, de los que se me fueron, de los que volvieron, y nunca olvidé. De los que encontré, y son un descubrimiento.
Navidades de amor.
Y recordándolos apareció el cocido de garbanzos extremeño, con sus aromas a morcilla y chorizo, a pollo, jarrete y pimentón. Que me los trae a todos cada diciembre, y me hace Feliz.
Feliz Navidad

Lucha de Titanes

En este momento que nada queda del pasado y el futuro se abre delante, lucho por ser feliz, y solo me queda olvidar.

Ejercicio doloroso y fantástico, el de desprenderme del orgullo, la competitividad, la suficiencia, la seguridad, el poder, el dinero, la influencia… Y me queda algo de nostalgia, a flor de piel los sentimientos, y la soledad.

Sequé mi ambición en un pozo de realidad, físicamente limitado.

Cambié eternidad por un amor eterno, con media pensión a medias, salud vigilada, risas y lagrimas fáciles, y abrazos generosos. Mi paraíso.

Ya no sirvo para tanto, pero valgo un tesoro para mí. Y lo que tengo lo doy, sin dudarlo.

He pasado de sujetar TODO con fuerza en mis manos, a poner mis manos a la espalda, atadas.

La soledad acompañada, rodeado de gente que me quiere, y que me mira con curiosidad. Aún presiento algún comentario en voz baja de «ya no es lo que era», en la duda de ¿Que hace este hombre?

Ahora me arriesgo a cruzar los pasos de peatones en mitad del tráfico enloquecido, que con urgencia, no respeta al de a pié. Solo levantó la cabeza para ver el horizonte encendido al amanecer, y las puestas de sol enrojecidas. O para buscar la luna nueva, que la luna llena me viene sola.

Y convertido en payaso, todo empieza «para hacer tu risa estallar»

Hoy toca viajar, recorrer la distancia al revés. Ojalá pudiera volver, que ya te extraño.

Sensibilidad es la nueva fuerza que me empuja, y me quema.

Arde la vida. Y consume.

«…en un mundo descomunal, siento mi fragilidad»

Lucha de gigantes