Como una especie invasora apareció, en tropel de alegría y de vida, a desordenarme todo lo que tenía ordenado y triste, cuando mas triste vivía.
Y ahora, feliz, no quiero volver a la tristeza. Pero este desorden me liquida, me desconcierta.
Me encuentro contento, como pez fuera del agua, disfrutando de una fiesta que me mata, en un baile al que no pertenezco, aprendiendo un idioma que no hablaba.
Sorprendido y curioso ante esta nueva situación, decidiendo entre abandonar esta zona poco segura o adentrarme aún más en la aventura.
Decidiendo ya entre vivir para morir, o seguir y morir.
Que ya se acabaron mis días de vencer, ahora me toca ceder y, tranquilo, dejarme ir.
O luchar y gastar le escasa energía que me queda, alardeando de entereza, presumiendo de fachada y final con las botas puestas.