Hoy, a las cinco de la mañana un joven peruano desde Ucrania anuncia el comienzo de la guerra.
El poder, la ambición, el ejercicio obsceno de la maquinaria apisonadora de derechos ajenos, la presión del caudillo hacia todos, proyectando el miedo.
Una vez más. Una más que se repite la estupidez humana, para la que no tenemos vacuna, y que, emboscada, se saltó todas las alertas hasta declarar la guerra.
Una guerra en la que veo el horror de jóvenes, casi adolescentes rusos, ucranianos y del resto del mundo, aplastados frustrando definitivamente sus vidas en una guerra que no es la suya, empujados por ancianos caudillos ensimismados, de venas hinchadas de prepotencia y autobombo, manejando un poder que no les pertenece, destruyendo lo que costó generaciones levantar, y sacrificando un futuro que no verán.
¿Porqué?