Encendiendo la noche, disipando la oscuridad, por el este, en el horizonte al filo del mar, rompe una luz anaranjada intensa, que se hace, al oeste, morada y añil.
Lentamente, sin pausa, la claridad se apodera de todo, mostrando el verdadero rostro y sus detalles, cambiando el contraste de las oscuras figuras.
La luz va cambiando de tonos a amarillos y blancos. El frío despide la noche. La luna perezosa se niega a esconderse. Suenan en mi cabeza música de campanillas. El día amaneció.
El mar, acercándose despacio en la arena, con olas suaves que apenas rompen en la playa, en un susurro constante que mece los sentidos. Yo solo te pido que, entre mis brazos, te dejes mecer, amor.