Un once de mayo radiante.
Y a pesar, la brisa viene fría, de lluvia.
En el paseo un bebe en su silla no para de sonreír y me sigue con su mirada curiosa. El gato gris de la esquina me espera y ronronea acariciando su cola en mi pierna. La furgoneta amarilla, que llamo y me llama a Marta, aparcada en la otra esquina.
La playa más desierta, más bonita. Me lo llevo para el recuerdo de mi paso al fin.


Abuelino en Camino
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