…
Después a recorrer el Paseo de Reding, único con sus casas inglesas, su cementerio inglés, su pequeño hotel Los Naranjos, donde me sentí en casa, la calma en este momento.
He iniciar la subida a la cuesta de Gibralfaro, a su castillo y el Parador.
Es increíble el olor a Pino y brisa de mar, subiendo a Gibralfaro a primera hora de la mañana.
Allí me espera la gaviota, en lo alto de una lámpara, observando con descaro.
Y la mirada, a vista de pájaro, del perfil mutilado de la Catedral y la línea de horizonte difuminada de la bahía.
La memoria enlaza con finales de feria, de café y risas.
Con visitas de mis primos de Sevilla y sus gemelas, jugando en el suelo de la terraza con mi pequeña.
De cena con las titas, hermanas de mi padre, en pareja, llenas de vida y de risas, y de sorpresas.
De miradas infinitas, detenido el tiempo, y besos suaves, sin vergüenza, de sabor autentico.
…. un suspiro.
Y me voy al centro, a buscar más, que seguro encuentro.