Adiós amigos.
El abismo que exploro me engulle.
Cada vez más cerca de la oscuridad
que ciega la mirada más sutil,
el silencio más profundo,
el frío intenso que traspasa la piel.
No me queda aliento suficiente
para articular palabras de despedida,
ni de socorro ante el hundimiento.
No controlo las emociones que siento.
No dependo de nada ni nadie.
Ningún lazo conocido me sostiene aquí.
Y cada vez más lejos de lo cotidiano,
despacio, alejándome sin pausa
de una realidad que me es lejana.
El eco adormecido de conversaciones ajenas
me llega como comparsa de este adiós improvisado.
En medio de tanta gente y tan solo,
me siento extraño
en un paisaje que se desintegra
a la vista de mis ojos cansados.
Aspiro fuerte a descubrir
más allá, en los confines de la mente perdida,
la dimensión que abre el camino
de encontrarte, al fin,
AMOR.
Y sin embargo ...
Estoy permanentemente en babia, donde habito.
¿La razón por la que escribo?
“… yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero mañana muero, y hoy querría aliviar mi alma.”
Edgar Allan Poe
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