Julio, 2017
Así lo hizo ella. Así vivió, agotando hasta el último suspiro, y no es retórica, de su vida. Aún recuerdo mi último cumpleaños, el 56, pasado con ella en la playa. Los paseos al atardecer, la cenas en penumbras, ella guapísima, perfectamente peinada, pintada y arreglada para la ocasión, sin perdernos la mirada, mientras caía la noche. Y de allí al hospital, derrochando ganas, y manteniéndose serena. Y así hasta el último baile en la última madrugada, en la habitación del hospital, al compás de Slow Dancing de U2, susurrado a su oído; hasta el último abrazo, hasta el último apretón de manos, hasta el último suspiro.
Toñi murió a sabiendas de que iba a pasar. Toñi murió de cáncer el 23 de julio de 2015, junto a mí. Y a su madre y una amiga. Los tres somos últimos testigos que de la vida hubo que echarle, porque no quería rendirse, porque quería vivir. Y todos los que la conocieron pueden dar fe de que fue así cada día de su existencia. Un conocido de casi su último año de vida, el día de su funeral, vino a verme. Me tomo por las manos y me dijo para consolarme, de forma muy solemne: “Estate tranquilo, se sentía muy querida” Si. Es que era imposible no quererle. Su entusiasmo y su sonrisa eran estelares. Tuvimos la suerte de conocer un Ángel. Todos vamos a morir algún día. No se trata de cuanto vamos a vivir, sino de cómo vivimos. Así que, señoras, señores: Hagámosle caso a Toñi. Porque “SE TRATA DE VIVIR”