A veces la Hormiga le gusta invitarle a su hormiguero. Tan contenta está de tenerle cerca que no aprecia la dificultad. A la vista del agujero y de su tamaño no puede dejar de pensar – ¡No cabe! – , estallando los dos en carcajadas.
Otro día, Lagartijo le susurró al oído: – Escapado, salí corriendo a buscarte, si no me dejas besarte, me morire… – y suspirando profundamente – … moriré de amor ❤️ . Amor bicho 🐜 – – Te voy a comer y después te voy a matar -contestó la Hormiga 🐜 – pues tendrá que ayudarte una legión de tus hermanas 🐜-
– No es para ti. No te conviene. No puede ser, entiéndelo. – Les repetían sin cesar sus conciencias. Pero ya era tarde. El fuego cruzado de sonrisas les había alcanzado el corazón, produciendo heridas de melancolía incurables. Todo el tiempo que llevaban conociéndose, les servía para unirlos irremediablemente en la historia de amor más absurda e increíble que jamás se ha conocido. Todos los episodios, viajes y recuerdos comunes, se volvían ahora la amalgama perfecta para sentirse más unidos.