En casa siempre se ha atribuido a mi abuelo Manuel el buen consejo para salir de viaje: “llevar en el bolsillo una pequeña navaja y un lazo de cuerda”. Y claro, antes, haber comido bien, “que no sabemos cuándo volveremos a comer”.
Perduran en el tiempo esas recomendaciones que escuchaba desde pequeño casi con miedo, pero que nunca frenaron mis ansias por viajar.
Eran la primera parte de la incertidumbre de iniciar un viaje, sin saber que te vas a encontrar. Sin duda, parte del placer de recorrer nuevos horizontes.
Valía para todo tipo de viaje: de trabajo, visita a la familia, … salvo que fueras de médicos. Entonces cambiaban: bien lavado, muda limpia y en ayunas.
Mi suegro Antonio, como agente de seguros, viajó por toda su provincia sin carnet de conducir y sin coche. No es que no le gustaran los coches, que le gustaban. Pero que conduzca otro, venia a decir siempre. Lo hizo en coches de línea de la Estellesa o Leda (autobuses), taxis de pueblo en viaje compartido y hasta subido en el remolque de un tractor o en burro. Siempre con desconocidos, enfrascado en una buena conversación.
Antes se viajaba más despacio. Ahora es imprescindible el smartphone y a toda velocidad.
Prefiero lo primero. Buen viaje.