En casa, solo. Esperando a que llegue LaSarita, la asistenta de mis anfitriones, mi familia cubana. Matando el tiempo releyendo papeles y archivos de mi ordenador. Desesperando. Calor, humedad, lluvia. Y la sensación de haber perdido completamente el día, cuando apenas son las 12:00.
Por segunda vez en el año, nuestro contacto, Cucho, desconocido aún, de la oficina estatal, no compareció. Y nos emplaza para las 14:00. Al menos son del día de hoy, o eso creo. Procuro no perderme en la impaciencia de este caos, aunque reconozco que, en mitad de tanto trajin, el día perdido dando vueltas sin rumbo por Miramar no entraba en mis planes más negros.
Por contra me permite dedicarlo a otra actividad que me encanta en Cuba: tomar Cristal, la cerveza estrella de Cuba, en mi modesta pero esperta opinión. Así que siendo las 12:09 voy por la segunda. Y no parece que vaya a a ser la última. Malo: «cuando el diablo anda aburrido, con el rabo mata moscas», reza un viejo refrán (siempre interpretado e interpretable libremente)
No importa cómo empiezan, sino cómo terminan las historias. Y los días. Llega Boom. Betty Boom.