Dependiendo

Abrazado a ti cada noche.
Si así comenzamos, ahora aferro con fuerza tu mano tendida.
Pendiente del mínimo gesto, de la necesidad de dar mi alma en cada instante.
De no invadir tu aura brillante, de agrandar el espacio al que viajar soñando volar.
Trampolín donde saltar tan alto que veas las estrellas de cerca, y envíes besos cargados de amor.
Espejo donde mires de cerca, con nitidez, heridas, cicatrices, y la realidad de lo que eres capaz de alcanzar.
Sin adularte. Pero valorando la ingente bondad que posees.
Y nunca agotar el caudal de ilusión y la locura de regalar tu manera de ser a los demás.

Demasiado

Demasiado tiempo en guardia, 
en alerta extendida.
Demasiado a la defensiva,
que cuando tocó ser feliz
no puedes.

Demasiado mayo,
demasiadas flores,
que ni siquiera los colores
radiantes, fuiste capaz de ver.

Y ahora, al amanecer,
llegaron lágrimas de pena,
admites tu última condena,
que rompe tu felicidad, otra vez.

Demasiado Cádiz,
bullicioso, callejero.
Demasiada gente sin alma,
para recuperar una calma
que te niega tu memoria.

Y, a pesar de las ganas,
de los esfuerzos y los miedos,
tu destino te hizo un quiebro,
y tienes que volver
a borrar y empezar.

Que la vida es un tango
que aquí cantan por bulerías.
¡Menuda suerte la mía!
Entre la Viña y el Mentidero,
Llorando me voy de aquí.

Esto es esta locura
que sólo la cura
el amor por tí.

LABERINTO

No encuentro la salida 
a este laberinto de hoy
recién abierto.

No sé, si a donde voy,
es ese lugar perfecto.

Lo que generoso doy,
es seguro que no es tu deseo.

Y, cansado, me vuelvo sólo
al mismo sitio del que vengo.

Mirando fijo a un punto negro
seré capaz de atravesar el cerco,
saltar la tapia que me rodea,
y ver de nuevo el cielo abierto.

Mirando fijo a un punto espero,
ver de nuevo el cielo abierto.

No entiendo porque construimos laberintos tan difíciles de resolver.
Donde antes había horizonte,
ahora solo se ve la pared.

... Y detrás, otra pared.

Mirando fijo a un punto muerto.
Laberinto

Elegir Vida

El momento de la vida en que elegí ser curioso, en lugar de estar quieto. 

El momento de la vida en que elegí no parar, alardeando de fuerza.

El momento de la vida en que elegí eclosionar, en lugar de esperar a la sombra.

El momento de la vida en que elegí no ser rico para ser bueno.

El momento en que la vida decidió revolcarme, humillarme y ponerme de rodillas.

El momento de la vida en que elegí observar, para no interponerme a los que venían eclosionando.

El momento de la vida en que decidí esperar, para ayudar a los que estaban de rodillas.

Ahora, en este momento de la vida, tengo la certeza de haber sido feliz en cada uno de los otros momentos.

Y por eso, Feliz, elijo Vida.

	

Detenido

Quisiera llegar pronto 
a donde el tiempo se detiene,
para verte llegar despacio
por la veredita que vienes.

Quisiera mirarme dentro
del laberinto que tienes,
donde los versos no cuentan
todo lo que conviene.

Y respirar aliviado
llorando solo, por suerte,
de encontrarte aquí a mí lado,
Corazón verde, Corazón verde.

Un paseo en la noche

¿Como abrir camino en la noche, solamente armado con una linterna, que se hace pequeña según avanzas en la oscuridad?
Caminas buscando la luna, escondida entre nubes negras, que anuncian a gritos una tormenta.
Mientras, en un pequeño claro entre nubes, el brillo intenso de una estrella, con el que tropiezas, y casi te hace caer.
Pero sigues convencido de llegar a la playa a cualquier precio. Y la noche se cierra, y te envuelve. La orilla aparece blanca espuma de mar.
Te caes sentado en la arena húmeda. Y dejas volar tú imaginación, siempre intensa, siempre en «babia» , según decía tu padre mientras te enseñaba a multiplicar.
Porque volar siempre será tu sueño, de esos imposibles. Imposible para los demás, que tu vuelas cada día, mientras duermes y sueñas que el aire te da en la cara, y subes y subes despacito, mirando a todos lados para no perder detalle,  recorriendo el perfil de la playa, remontando por encima de los árboles , los edificios y el cerro que nos guarda.
Y bajar, de regreso a la playa, y rozar con los dedos el agua helada del mar a esta hora.
Todo tan real, impulsado por la brisa, el viento de levante, potente motor sin más piezas que su fuerza, sin más técnica que la navegación. 

Es un sueño, asiento convencido para mis adentros. Pero tan «verdad» que las gotas de rocío inundan mi cara, las manos heladas, el corazón henchido.

… Y estaba dormido.