¿Porque vanalizamos las cosas?
¿Porque nos esforzamos en ser superficiales?
Nos da miedo profundizar en nuestro pensamiento, ahondar en el conocimiento, como si todo viniera de hoy, en este instante. Y allí estuviera la felicidad, o fuera más fácil conseguirla.
Una generación que se cree sin historia, que desprecia el pasado y que vive autocomplaciente con el día de hoy.
Hay tantos misterios y descubrimientos por alcanzar en el futuro, como sabiduría y descubrimientos también en el pasado.
Y a todo eso le dimos la espalda en esta lucha de supervivencia en el estado de bienestar que nos hemos autoimpuesto, con más derechos que obligaciones, donde lo importante es consumir, y trabajar para poder disponer de recursos para conseguir lo efímero, que es lo que nos hace felices. O eso creemos a pies juntillas.
Estudiar, memorizar, leer, esforzarse, buscar e investigar en la historia, la filósofa, ni te digo si está impresa y no es accesible digitalmente,… Todo es una perdida de tiempo. Y no podemos perder tiempo.
Como decía un tío mío de Alconchel sobre el running «¿A donde van? ¿Porque corren?»
Todo a toda prisa. Llegamos de una, y ya estamos en la siguiente, sin pausa.

De escribir un libro y plantar un árbol, que nadie va a leer y no vamos a ver crecer, no te digo nada. Descartado.
Y lo último, claro está, es tener un hijo, que interrumpa nuestros planes de viajar y disfrutar libremente mientras somos jóvenes y podemos.
Y así los niños se planifican a partir de los cuarenta, si eso, y no siempre. Y claro, es normal, va y te pilla con el cuerpo y la mente trillado, y ya no apetece o puedes.
Nos hemos equivocado. Y lo vamos a pagar.
El silencio, la pausa, la meditación son imprescindibles, y requieren de una decisión. Recuperemos ese estilo de vida y enseñemoslo para que nuestros nietos, si tienes la suerte de disfrutarlos, no repitan tozudos esta carrera al sprint hacia todos lados y hacia ninguno en la que hemos convertido nuestra forma de vivir, buscando una felicidad falsa, y sin conseguirla. Leamos con ellos, dibujemos y juguemos a pintar e imaginar. Con paciencia, con tiempo.
Y para pensar, ahora nos encomendamos a la inteligencia artificial, para que sea más facil.
Dios nos asista.
Perdone que les escriba.
