Volver a ser un ser normal. Volver a estar detrás. Volver a no pensar mal jamás. A ser distinto de los demás.
Y respirar el aire del mar junto a la orilla, sin mirar atrás. Dormir seguido sin despertar, sin inventar, sin arriesgar.
Pasar los días para esperar que al fin acabe de terminar el vaso largo de agua fría. Y respirar, o no respirar.
Se acabó el tiempo. Y sin lamentos, el plan dejó de ser luchar, inventar, soñar.
Y me gustaría tanto el último viaje, largo, intenso, sin apenas equipaje. Casi sin destino, al abordaje.
Agarrando firme y libre el manillar, trazando sin dudar la última curva, las enlazadas lentas, saliendo a su velocidad justa del zig zag.
Y disfrutar tranquilo de la carretera abierta, de la parada haciendo amigos. Sintiendo libre el cansancio que no pesa.
Creer que cruzo entera la tierra.
Explorar sentidos distintos, para perderme, y no volver jamas.

Los sentimientos de calma ya no son tan ordinarios…
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… pero tan necesarios
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