Hola Hilario:
Después de tiempo sin escribirte, aunque sabes que hablamos a diario, hoy me decido a compartir contigo las últimas noticias que me alcanzan.
Ayer me preguntaron ¿cuando te vacunas? … y yo no se que contestar, como rezaba aquella estrofa de la famosa canción de los noventa de Manolo Tena.
Quizás el exceso de tiempo para pensar, como nunca tuve, me hace tomar con calma esta decisión. Y es que cuanto más me empujan hacia una respuesta, más fuerte es la duda. Quizás cosa del atropello.
Creo que la pandemia es de un nivel planetario. Y que las consecuencias de la enfermedad han sido y son letales. Pero la ciencia necesita de sus tiempos imprescindibles para llegar a conclusiones seguras. En estos tiempos de inmediatez absoluta, donde te imaginas lo que quieres y ya lo tienes, no se respetan los tiempos necesarios de los procesos. Y no queremos entender que esos procesos y sus tiempos son imprescindibles e inevitables para alcanzar la certeza científica.
Ahora, llevados por el frenesí de la política y la comunicación global, que devora titulares, noticias y personajes a ritmo de pipas de girasol, no tenemos ninguna paciencia ni respetamos ningún tiempo de espera, por necesario que parezca.
Lo queremos YA, antes de que las RRSS y el noticiero perenne lo triture y lo olvide con un nuevo titular de mayor calibre, tipo salami gigante tamaño columna corintia. Y lo queremos aunque nos lo den todo embutido a presión y en crudo, sin curar ni asentar, para luego criticar la “crudeza” del producto.
Cada día me llama más la atención lo pausado, aquella a la que le das “su tiempo” igual que me molesta en grado sumo los empujones y las prisas hacia lo inmediato, como si fuera el argumento viejo del vendedor de ocasión, “aprovecha la increíble oferta que termina ya”
Pues mira: paso. Agradezco su oferta, pero la cedo a quien la quiera. Yo voy a esperar a que pase el tiempo suficiente, necesario para tener la certeza ansiada.
En mi trabajo más creativo teníamos una lucha encarnizada con los tiempos de producción, plasmada en una frase lapidaria, donde dábamos para escoger: ¡O rápido, o bien!
Pues eso.
Perdona que le escriba.