Como ratones a la puerta del agujero, viendo la luz que abre el universo delante de nosotros, lleno de colores y olores, pero muertos de miedo, entre temblores, sin dar el paso definitivo hacia adelante, descontando todos los peligros y fatalidades que nos esperan ahí fuera, donde iríamos encantados a explorar y conocer nuevas experiencias y aventuras.
Pero esos miedos nos dejan paralizados, e impiden que podamos conseguirlos.
Y, al fin, atrapados en la ratonera, con una única salida, por delante, pero encerrados en nuestro círculo de confort y seguridad, muertos de miedo y sin esperanza.
Se cierra el círculo.
Que vida más fea.
Que realidad más cierta.
No sueñes, ratón.
No mires, ratón, hijo.