Hoy me sorprendí acostándome a dormir con la mascarilla puesta.
Que cansina.
Me recordó viejos tiempos en casa de mis padres, en el dormitorio común de los niños, con mi hermano durmiendo con las gafas puestas. ¡Que juventud!
Cuando algo lo haces realmente tuyo, ya no lo notas ni te molesta, aunque sea algo “protésico” extraño a tu naturaleza.
Hemos adquirido hábitos de aseo personal, nos lavamos las manos a gastarlas, usamos geles hidroalcolicos hasta dar positivo en los test de tráfico, usamos guantes, dejamos de usarlos, nos saludamos con los tobillos, con los codos, dejamos de besarnos, a veces, …
A pesar de estos hábitos nuevos, he de deciros que estoy hasta la mascarilla de la pandemia y de sus historias, que van y vienen, como “el cuento de sal y pimiento, que nunca se acaba y ya se acabó ¿si o no? Que yo no te digo ni que si ni que no, solo te digo que si quieres que te cuente un cuento de sal y pimiento, que nunca se acaba y ya se acabó ¿si o no?”
La pandemia se resolvió aparentemente, en seis o siete semanas, según los casos, o entre uno o ninguno, probablemente, cuando nos dijeron que la habíamos doblegado con éxito, y habíamos tocado “cumbre” superando, por fin, en casi cien días el pico de la pandemia.
Felices, nos pusimos a trabajar, a recuperar nuestra vida, intentando superar el agujero negro económico y social infringido a pesar de los sacrificios personales y sociales. En la seguridad, probablemente, de que en verano bajaría la intensidad de la actividad del virus.
Pero, “mais de repente , uma fort dolore de ventre” , como el viejo cuento portugués que nos contaba mi madre, que seguía diciendo “baja do caballo, baja pantalones, baja calzones, apreta, Aggg ,… y nada”. Otro cuento interminable, como las risas que provoca.
En esto igual, después vienen los innumerables “brotes” y empiezan los rumores de una segunda oleada, seguramente debida a la imprudencia y malos hábitos de una población irresponsable, por ellos primero y por sus compañeros, que en ningún caso por responsables políticos y sanitarios.
Y el caso es que, probablemente, anuncia que volveremos a confinarnos para superar la ignorancia y la falta de previsión y certeza de nuestros responsables políticos y sanitarios, que no saben qué decirnos, sin contradecirse, de qué va la pandemia y cómo comportarnos, generando una grandiosa y espantosa incertidumbre, donde ya pocos confían en las vacunas que están fabricando a toda leche (permítame el término, hablando de vacas y vacunas).
En fin … Parafraseando el grito del maquinista en los viejos trenes de vapor:
¡Más mascarilla!
Perdóneme que le escriba.