Un día me crucé con un gorila Era joven, juguetón, amable. Sonreía. Estaba solo. Necesitaba compañía y la seguridad de un techo en las noches que venían. Me convencieron. Será por unos días. Y lo llevé conmigo. El gorila comía y comía. Aún hacía gracias y se comportaba. Su fuerza le podía. Alardeaba, las dudas empezaban. La noche se cernía. Y no paraba. El gorila demostró su fuerza, su fiereza, su mirada altiva; sentí miedo. Hasta que golpeó fuerte y contundente. Destrozó el hogar aquel día. Perdí la paz, el sueño. Todo lo que tenía. La fiera arrasó con todo. Sentí pánico por mi vida mientras me asaltaba de noche. Yo corría lejos todo lo que podía. Pedí auxilio. Mientras, escuchaba en mi cabeza su voz amenazante en contra de los que más quería. En lo profundo del gorila, mi amigo desapareció, y acabó con todo, lo pocos sueños que construí. Superar el miedo me enseñó. Su mirada altiva, su fuerza, me hará más fuerte. Nunca ayudes a quien te quita la vida.
(De cuando te enfrentas a algo incurable)