Mi padre me echó por los aires cuando era un bebé.
Era su primer varón. No sabía, el pobre, lo que venía tras de mí.
Desde entonces siempre ha sido un referente. Como mis hermanos eran más ruidosos que yo, siempre me mantuve en un discreto segundo plano. Hasta hoy. Siempre pendiente de él, fue mi maestro en todo. Me enseñó a leer y escribir. A pensar y a descubrir. Me transmitió su pasión por los coches, los libros y por el deporte, aunque eso lo superamos al poco. Pero esas simientes fueron fundamentales.
Siempre un paso detrás de él, aprendiendo en silencio.
Nunca me abracé tanto a mi padre. Nunca sentí tanto su abrazo como esta última semana en la que le ayudaba a caminar, a asearse, a sentarse o a levantarse. Ha sido profundo y permeable. Ha sido Amor paterno y amor filial.
Y es que me padre siempre me llevó por los aires.