Lo que Dios te quita, no te lo devuelve nadie.
Esa justicia divina implacable, extremadamente injusta y cruel.
Incompatible con la imagen de Dios Padre que me enseñaron. ¿Misericordioso?
No entiendo nada.
Sólo mi ignorancia, y la certeza que tengo de ella, me tranquilizan y consuelan.
No entiendo nada.
No quiero ser convencido. No quiero que me conviertan. Otra vez no, por favor.
Se lo que creo, y en lo que creo.
El horror me envenena, me sacude con dudas irresolubles.
Hace falta muchísimo más que fe para saciar está sed de desaliento, para sanar está locura.
Los designios de Dios son inescrutables. Ja. Los caminos de Dios son intransitables. Soy ignorante de las leyes del destino. El destino no está sujeto a ley, va suelto, ciego y perdido. Y aprovecha resquicios para colarse, como un elefante en una cacharrería, como un obús disparado a distancia en un edificio de viviendas, sacudiendo la tierra y sepultando vidas que sentían su casa como refugio en un terremoto, y aplicando el peso inmenso de que dispone, para arrasar todo a su paso. ¿Cómo va a respetar las flores? Somos insignificantes.
Y la vida avanza eternamente, tanto si Dios quiere, como si no.
Que cada cual decida y alcance su destino, por acción y omisión. Que cada cual defienda y ponga a salvo sus tesoros, su flores.
Que no nos alcance la venganza de Dios
Y que Dios nos ignore y nos guarde. Feliz cumpleaños.
