Hoy, martes llovió. Y aquí en mi jardín de olas no cayó ni una gota. El viento se las llevó a un lugar lejano, donde hacía más falta que cayeran y gordas.
La luz del amanecer es roja. Rompe el horizonte y se mezcla añil con el cielo, mientras lloras.
Nada tengo que decir ni que hacer a estas horas. Llevo días entregado a nada. Y a nadie le importa. Sólo esperando que llueva y moje mi cara de idiota. Esa que se me quedó esperando al lado de la roca, donde deje de ser, un día, la persona poderosa, la que pensaba por todas.
... O eso creía yo, iluso. Y en ese momento difuso, apenas amanecía, te escapaste entre mis dedos, hundidos en el agua fría. Y contigo, nadando al infinito, se deshizo el hechizo, y quedé solo frente al mar, como hoy, inmóvil, vacío, sin sentido. Es la hora.
Estoy permanentemente en babia, donde habito.
¿La razón por la que escribo?
“… yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero mañana muero, y hoy querría aliviar mi alma.”
Edgar Allan Poe
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